jueves, 28 de abril de 2011

Jueves de Pascua.

Evangelio según san Lucas 24, 35-48


Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el

camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Atónitos y llenos

de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Por qué

están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis

pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni

huesos, como ven que yo tengo». Y diciendo esto, les mostró sus manos y

sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se

resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para

comer?». Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo

comió delante de todos. Después les dijo: «Cuando todavía estaba con

ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está

escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos».

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las

Escrituras, y añadió: Así está escrito: el Mesías debía sufrir y

resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por

Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la

conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo

esto.


    • Verbum Dei
      Meditación

      En la página evangélica, san Lucas refiere una de las apariciones de Jesús resucitado (cf. Lc 24, 35-48). Precisamente al inicio del pasaje, el evangelista comenta que los dos discípulos de Emaús, habiendo vuelto de prisa a Jerusalén, contaron a los Once cómo lo habían reconocido "al partir el pan" (Lc 24, 35). Y, mientras estaban contando la extraordinaria experiencia de su encuentro con el Señor, él "se presentó en medio de ellos" (v. 36). A causa de esta repentina aparición, los Apóstoles se atemorizaron y asustaron hasta tal punto que Jesús, para tranquilizarlos y vencer cualquier titubeo y duda, les pidió que lo tocaran —no era una fantasma, sino un hombre de carne y hueso—, y después les pidió algo para comer. Una vez más, como había sucedido con los dos discípulos de Emaús, Cristo resucitado se manifiesta a los discípulos en la mesa. Toda comunidad revive esta misma experiencia en la celebración eucarística, especialmente en la dominical. La Eucaristía, lugar privilegiado en el que la Iglesia reconoce "al autor de la vida" (cf. Hch 3, 15), es "la fracción del pan", como se llama en los Hechos de los Apóstoles. En ella, mediante la fe, entramos en comunión con Cristo, que es "sacerdote, víctima y altar" (cf. Prefacio pascual v) y está en medio de nosotros (Benedicto XVI, Homilía, 26 de abril de 2009).

      Reflexión apostólica

      ¿Qué sería de nuestra vida de cristianos sin la Eucaristía? La Eucaristía es la herencia perpetua y viva que nos dejó el Señor en el sacramento de su Cuerpo y su Sangre, en el que debemos reflexionar y profundizar constantemente. Los discípulos reconocieron al Señor en la fracción del Pan. En cada celebración Eucarística me acerco con el deseo de encontrarme, realmente, con Dios.

      Familia Misionera Verbum Dei
    • Comentario:
      Es un Misterio de Fe maravilloso, no solo lo tocamos sino que nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre, ofrecidos por Amor para nuestra salvación, tienen las huellas de la Cruz en Ellos....entonces nosotros podremos hacer lo mismo, porque le llevamos dentro de nosotros.

      Nila

lunes, 25 de abril de 2011

«He visto al Señor y me ha dicho esto.» Juan 20, 11-18


Se han cumplido las Palabras de Ap. 21,4 y “El enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá llanto ni pena, pues todo lo anterior ha pasado”. El Señor ha resucitado y viene a buscarnos. En la persona de María Magdalena, nos viene a buscar a todos, a decirnos que El no se ha ido, El Permanece entre nosotros, que no hay vacíos que llorar, no hay cadáver, hay un Jesús resucitado que no se fija en lo que le hemos hecho, que ha olvidado todo el mal, todos nuestros pecados, nuestra deuda ya esta cancelada, y más aun nos llama hermanos, hijos del mismo Padre.

“mi Padre…es Padre de ustedes; mi Dios…es Dios de ustedes.»

Si no lo hemos reconocido resucitado aún, es porque seguimos buscando a Jesús entre las cosas del mundo, un Jesús hecho a la imagen que nosotros tenemos de Él, quizás débil, sin poder para ayudarnos en el trabajo, en el sufrimiento, en lo que sea. Magdalena tenia la imagen de un Jesús bueno, un profeta, con sabiduría, bondadoso, valiente, fiel, perfecto, que le había devuelto la dignidad, la había amado como nadie, pero no le había visto como Hijo de Dios, por eso no le buscaba resucitado.

Jesús nos pregunta ahora también ¿Por qué lloras?, ¿a quien buscas? Si buscas a Jesús, ahora mírale RESUCITADO, Jesús tiene todo Poder, el Padre ha puesto todas las cosas en sus manos.

El Señor se presenta a quien le busca de todo corazón, María Magdalena, se había quedado llorando porque había visto morir al Amado de su alma, las imágenes vividas tan dolorosas, tan fuertes deben haberse quedado grabadas en su memoria, que al escuchar su nombre “María”, y reconocer a Jesús se aferra a Él, pensando quizás más en sí misma.

Pero el Señor le dice “Suéltame” no te quedes allí en el viernes santo, te necesito como testigo de mi resurrección….que alegría debe haber sentido Magdalena, al recibir el encargo del Señor “vete…diles a mis hermanos”…ella, así como era. Ahora era considerada por el Maestro, el Señor Jesús digna de ser también una apóstol que sale a anunciar la primera Buena Nueva«He visto al Señor y me ha dicho esto.»

Qué alegría, poder ser nosotros también, dignos de ser mensajeros de la Buena Nueva, ir a decirles a nuestros hermanos lo que el Señor nos ha dicho, lo que nos dice cada mañana en la oración… El Amor es más fuerte que la muerte…. El Amor ha vencido, Cristo nos ha dado la Salvación, su Amor todo lo hace nuevo, ahora somos nuevas criaturas en el Señor, “lo antiguo ha pasado lo nuevo ha llegado” (2Cor 5,17)

Que podamos salir a buscarle también al Señor con el amor que salió Magdalena, de madrugada, “cuando todavía estaba oscuro”, pero no a buscar un cadáver, sino a Jesús Resucitado que quiere invitarnos a ser apóstoles y testigos de su resurrección que nos hará ver que los sufrimientos de esta vida no son nada en comparación con lo Gloria que nos espera y que ha de manifestarse. (Rom, 8,18).

Madre Santísima tu que fuiste la Primera en ver a Jesús con los ojos de la fe, y reconocerlo resucitado, ayúdanos, Madre a encontrarnos con El y anunciar la resurrección, la victoria de tu Hijo, nuestro Señor Jesús.

Dios nos bendiga

nila

martes, 19 de abril de 2011

Ministerio Verbum Dei - Por Amarte

Haz que otros crean en la vida Eterna

Isaías 50, 4-7

A la Luz de la Palabra hoy recordaba a mi esposo que falleció hace un año y cuatro meses, recuerdo que cuando me dijeron que tenía cáncer, le preguntaba al Señor ¿cómo iba ser todo esto?, ¿cuánto tiempo iba a vivir? etc., y El me respondió esta enfermedad no va a acabar en muerte” y así fue, porque no me hablaba de la muerte del cuerpo sino que todo lo vivido por él desde su conversión, y la de la familia, iba a ser para la Gloria de Dios.

Y pensando en todo esto, le daba muchas gracias al Señor por la diferencia que su Palabra puso en nuestra manera de vivir la enfermedad, la muerte, y esa diferencia estuvo en el vivir como sus discípulos, en el beber de su Palabra cada día, en poner la fe y la esperanza en sus palabras que nos hablaban de la Vida Eterna, “Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mi aunque muera vivirá para siempre”.

El Señor Yavé me concedió el poder hablar como su discípula a mi esposo a mis hijos, a la familia, puso en mi boca palabras para hablarles de la Vida eterna, de la conversión del corazón, en la paz que se siente cuando nos acercamos a los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía, y así empezamos a vivir las primicias de la Vida Eterna.

A la mañana él despierta mi mente y lo escucho como lo hacen los discípulos”

Si no escuchamos su Palabra, si nos quedamos dormidos, la mente se va por cualquier lado, por la queja, el reclamo, el reproche, el aburrimiento, la desesperación, la tristeza, la depresión, el llanto, porque la cruz de una enfermedad puede llegar a alejarnos de Dios, llevarnos a renegar de la fe, porque a veces creemos que el estar con Dios nos protege de los problemas y contrariedades de la vida en el mundo, inclusive te encuentras con gente que te dice ¿dónde está tu Dios? O con otros que piensan que estas sufriendo un castigo.

El Señor Yavé está de mi parte,“ y por eso no me molestan las ofensas; por eso, puse mi cara dura como piedra y yo sé que no quedaré frustrado”.

Cuando vives como discípulo, sabes responder, sabes que El Señor esta de tu parte, no para que todo vaya bien, sino porque nuestra esperanza no está en las cosas de la tierra, nuestra esperanza está en la Vida Eterna, en vivir para El, nuestra misión, el sentido de nuestra vida es darle a Conocer , olvidar nuestras penas y hacer que todos conozcan que la única muerte es vivir en el pecado, lejos de Él, en cambio la Vida Eterna es vivir unidos a nuestro Padre Dios, en llamarle cada día Señor, amigo, Compañero que nunca me abandona que da la vida por mí, y por eso se en Quien he puesto mi confianza y nunca me dejará frustrada.

Que esta semana Santa, reiniciemos el camino acompañando a nuestra Madre Santísima como discípulos amados, para anunciar la salvación que llega por la cruz, por la Entrega de Quien nos ama hasta morir por nosotros.

Dios nos bendiga.

nila

viernes, 15 de abril de 2011

“EL QUE CREE EN MI, AUNQUE MUERA VIVIRÁ” (Jn 11,1-45)


En este día, vamos a tomar conciencia de todo lo que vivimos como preocupación, de lo que nos reta en el día a día y pone a prueba nuestra fe, ahí donde nos topamos con el límite humano y que donde terminamos concluyendo “esto es imposible”. La Palabra Viva viene a darnos vida y vida en abundancia (Jn 10,10) viene a tocar en nosotros toda esa realidad interior, donde quiere desplegar toda su fuerza y su poder. Ejercitémonos en dejar que la Palabra actúe con su poder resucitador.

El salmista nos habla de esa experiencia de la palabra en su propia vida: La ¡Voz del Señor sobre las aguas! retumba el trueno del Dios de majestad: es el Señor, por encima del diluvio. Voz del Señor, llena de fuerza, voz del Señor, voz esplendorosa. Voz del Señor: ¡ha partido los cedros! El Señor derriba los cedros del Líbano. Hace saltar como un novillo al Líbano, y al monte Sarón como búfalo joven. Voz del Señor: ¡se ha tallado relámpagos! Voz del Señor que sacude el desierto; estremece el Señor el desierto de Cadés. Voz del Señor: ¡ha doblegado encinas y ha arrancado la corteza de los bosques! En su templo resuena una sola voz: ¡Gloria! El Señor dominaba el diluvio, el Señor se ha sentado como rey y por siempre. El Señor dará fuerza a su pueblo, dará a su pueblo bendiciones de paz (Salmo 29,3-11)

Esta Palabra tiene poder de tocar una realidad y de transformarla ¿Por qué? Porque es la que nos hace testigos y nos aumenta la fe. ¡Qué valiosa en nuestra fe! ¡Qué valiosa es la fe de cada persona! En medio de una realidad de muerte como la que vivían Marta, María y Lázaro (Jn 11,1-45) La fe que es Jesús: ¡ilumina todo con una nueva luz!. Las hermanas mandaban decir a Jesús: “Señor. El que tu amas está enfermo”.

Hablemos con Jesús, como Marta y María “expresémonos de nosotros, o de nuestros hermanos con entrañas de ternura”: Señor el que tú amas está enfermo. ¿Le hemos hablado así a Jesús?¿Nos hemos expresado así de nosotros y de los demás? Si no es así, es que nuestra fe se va descafeinando, no vemos, no sentimos como Jesús, ni sentimos con los hermanos. Sin darnos cuenta nuestra fe se va fosilizando. Pero, hoy es un día para dejar que el Señor, con su Palabra, con la fuerza de su Palabra renueve nuestra fe, para reconocer nuestra vida ahí, amada, que somos los que él ama , que son nuestros hermanos, los que él ama.

Por otra parte: eso amigos amados estamos enfermos. Presentémonos con humildad ante Jesús como estamos “enfermos”. A veces vivimos ocultando nuestras enfermedades a Dios y a los demás, con los demás aparentamos que estamos bien, que no nos pasa nada y de igual manera con Dios, no dejamos que su Palabra desvele nuestra enfermedad, pero lo cierto es que como decía Marta: “Señor, pero ya apesta”. La enfermedad es lo que adolecemos, nos hace estar infirmes, inestables, a veces estamos enfermos de resentimientos y apestamos por más que no queramos y ocultemos nuestra enfermedad, todo se impregna de eso.

¿Cuál es nuestra enfermedad? Se llama falta de fe, de relación con los demás, con Dios y va muriendo en nosotros: la amistad, la relación con Dios y con los demás, viene la murmuración, la crítica, la exigencia, la envidia, el rencor, el estar chinchando a los demás, nos lleva a se aprensivos: ¿Qué significa ser aprensivos? Que nos enganchamos a una persona interiormente y no la soltamos, estamos todo el rato descarando de muchas maneras y de muchos modos la enfermedad que llevamos en nuestro interior, el malestar que va matando en nosotros: el dialogo, la convivencia, el trato familiar, la confianza, la vivencia descomplicada y se hace cada vez más pesada, insoportable, inaguantable.

¿Qué pasa? Que fruto de nuestra falta de fe, nos vamos quedando solos, y los demás se van retirando de nosotros porque apestamos. Ciertamente nos quieren: “EL QUE TU AMAS ESTÁ ENFERMO” pero lo que si es real es que apestamos. Es un estado que vivimos insoportable, primero para nosotros y después para los demás.

Cuando Jesús llega, Lázaro lleva 4 días en el sepulcro, No es que lo enterraron vivo, es que la enfermedad mata en la persona lo más valioso que tiene: “SU FE”; porque la fe nos lleva a vivir en relación con Dios y con los demás, en una armonía, porque en nuestros interior está la armonía, está armonía impregna todo de vida. Por eso, Marta le dice a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. ¿Por qué le dice esto? ¿Por qué reconoce Marta el valor de la presencia de Jesús que tiene poder para tener VIDA?

Lo que lleva a la muerte es la falta de presencia viva, el no tener una persona viva en nosotros, por eso la fe se va convirtiendo en ideas que nos llevan a un razonamiento vacío de afectividad, relación y convivencia. “Sr. Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto”. Eres tú Señor lo único necesario, lo que nos hace vivir, y ser personas vivas. Pero Jesús dice: “TÚ HERMANO RESUCITARÁ”.

¡Mira que valiosa es tu fe! ¡Mira que importante es el dialogo que tienes conmigo!

Tú estás dialogando conmigo, y de este dialogo dependen muchos: aquellos que experimentan el deseo de retornar a la vida, pero no pueden por ellos mismos, tienen piedras encima, están sepultado.

Hoy estás ante el que es la RESURRECIÓN Y LA VIDA: Yo soy, yo tengo poder, yo vivo, yo puedo sacarles de sus sepulcros. “Por eso, profetiza. Les dirás esta palabra de Yavé: «Voy a abrir las tumbas de ustedes, oh pueblo mío, haré que se levanten de sus tumbas y los traeré de vuelta a la tierra de Israel. Entonces, cuando haya abierto sus tumbas y los haya hecho levantarse, sabrán que yo soy Yavé. Pondré en ustedes mi Espíritu y vivirán; los estableceré en su tierra y sabrán que yo, Yavé, lo dije y lo hice, palabra de Yavé.»” (Ez 37,12-14)

¡Qué regalo poder escuchar esta buena noticia! USTEDES VIVIRÁN. El Sr. Nos hace co-responsables de nuestra fe y de la de nuestros hermanos, nos implica en ese “YO MISMO” Por eso, nos exhorta a cuidar nuestra fe porque VIVIREMOS PARA SIEMPRE.

¡Mira que cerca está de ti Jesús, LA VIDA!. Se nos brinda, no se impone, porque nuestra enfermedad y la de nuestros hermanos no es de muerte. Señor ,estás tan cerca de cada uno, pero solo necesitas nuestro consentimiento, nuestra apertura a ti. Hoy como el salmista podemos decir con un corazón humilde: Señor, de ti procede el perdón, mi alma cuenta contigo y yo espero en tu Palabra (Salmo 129)

Hna. Patricia Lopez

martes, 12 de abril de 2011

Verbum dei - Misiones 2010 - El da la vida para que tu vivas. "San Juan ...

“Te envío a que abras los ojos”

Hechos 26, 18

Me he manifestado a ti para hacerte servidor y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te mostraré más adelante…..les abrirás los ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios: creyendo en mí se les perdonarán los pecados y compartirán la herencia de los santos.»

Cuando el Señor se manifestó a Pablo, no fue para acusarle y castigarle porque perseguía a los cristianos para matarlos, Dios cuando se nos revela es para conocerle cuán grande es en Misericordia, El no se queda mirando lo malo que hemos hecho, más bien nos llama como a Pablo, para sacarnos de las tinieblas para poder verle, para que le reconozcamos como Hijo de Dios, como redentor, como salvador, enviado del Padre, y nos invita a seguirle, a hacernos servidores y testigos de su resurrección, para ir por todo el mundo invitando a la conversión.

Después del encuentro de San Pablo con la Misericordia de Jesús, se vuelve el más grande apóstol, fue por todas partes anunciando la salvación a pesar de lo azotes, de la prisión, porque descubre el valor que tiene cada alma para Jesús, si nosotros también entendiéramos que si Dios se nos ha manifestado, si nos ha hecho sus discípulos es para vivir solo para El, para atraer a muchos a compartir la herencia de los santos, por eso:

“Proclama la Palabra de Dios, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar." (2 Timoteo 4,2)

Cuando el Señor nos llama, es porque nos necesita en aquello que muchas veces miramos como defecto, en nuestra debilidad, en nuestro pecado, para convertirnos e ir a los que son como nosotros, de esta manera podremos llegar más fácilmente a ellos, porque sentimos lo que ellos sienten, hemos estado en la misma cabalgadura de la cual el Seños nos ha hecho bajar, de la soberbia, del amor por las cosas materiales, el afán de perfección, la búsqueda de placeres físicos, etc.

En su Sabiduría Dios escoge lo débil, (1Cor,1)para glorificarse, como con Saulo de Tarso, con Levi, con la samaritana, San Agustín, Santo Tomas, y tantos de quienes quizás nunca se sepan los nombres, pero a quienes el Señor se manifestó para que recuperaran la vista y le abrieran los ojos a l resto (Rom 11,5 )

Cuaresma es un tiempo de alegría, porque vamos conociendo todo lo que Dios hace para que volvamos a Él, semana tras semana en las lecturas lo vemos caminar entre nosotros curando enfermos, perdonando a los pecadores, devolviendo la vista a los ciegos, resucitando. Cuaresma es ver a Jesús manifestarse en nuestra vida para hacernos testigos, servidores de la Palabra.

Pidamos a Nuestra Madre santísima, que esta última semana de Cuaresma, lo pongamos todo para atraer a alguna persona, que le llevemos a la confesión, que le demos la Palabra que es Luz, que le mostremos con nuestro testimonio el Amor tan grande que Dios le tiene reservado.

Dios nos bendiga.

Nila.

«Dios te ama, Dios te quiere. Penetra tu vida de esta verdad y verás cómo frente a esta realidad superior y eterna van cayendo las cosas del mundo, el pasado, la sensibilidad que va y viene… y todo se diluye como la nieve frente al sol»

viernes, 8 de abril de 2011

"Jesús también fue a la fiesta..., pero en secreto"


Comentario del Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30.


Jesús dijo: " Mi tiempo no ha llegado todavía, el vuestro está siempre dispuesto...Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo no se ha cumplido todavía "(Jn 7, 6-8).

¿Qué es exactamente esta fiesta a la que nuestro Señor nos dice de subir y cuyo tiempo es en cualquier momento?


La fiesta la más excelente y la más verdadera, la fiesta suprema, es la celebración de la vida eterna, es decir, la felicidad eterna donde estaremos realmente cara a cara con Dios.

Esto es, no podemos verlo aquí abajo, pero la que podemos ver, es un anticipo de aquella, una experiencia de la presencia de Dios en el espíritu por la alegría interna que nos da un sentimiento tan íntimo.


El tiempo que sigue siendo nuestro, es para buscar a Dios y continuar el sentimiento de su presencia en todos nuestros trabajos, nuestra vida, nuestro querer y nuestro amor. Por lo tanto, nosotros debemos elevarnos por encima de nosotros mismos y todo lo que no es Dios, no queriendo y no amando más que a solo Dios, con toda pureza y ninguna otra cosa más. Este tiempo es todos los instantes.


Este verdadero tiempo de la fiesta de la vida eterna, todos lo desean, es un deseo natural, puesto que todos los hombres, naturalmente, quieren ser felices.

Pero el deseo no es suficiente. Debemos seguir y buscar a Dios por sí mismo. El anticipo del verdadero y gran día de la fiesta, a mucha gente le encantaría tenerlo y se quejan de que no se les da. Cuando en la oración, no experimentan, en las profundidades de sí mismos, un día de fiesta y no sienten la presencia de Dios, les duele. Rezan menos y lo hacen con mal humor, diciendo que no sienten a Dios y que esta es la razón por la que la acción y la oración les contraría.

Eso es lo que el hombre nunca debe hacer. Nunca debemos hacer cualquier trabajo con tibieza, porque Dios está siempre presente, incluso si no lo sentimos, porque Él ha entrado secretamente en la fiesta.


Juan Tauler (v. 1300-1361), Dominico en Strasbourg
Sermón 12, martes antes de Ramos





jueves, 7 de abril de 2011

"Si creéis en Moisés, creeréis también en mí, porque es de mí de quién él ha hablado"

Comentario del Evangelio según San Juan 5, 31-47

Moisés anunció los misterios pero sin explicarlos. Él tenía dificultad de palabra y era incapaz de hablar con claridad (Ex 4,10). Esta dificultad de palabra se le mantuvo a propósito para que sus discursos siguieran siendo inexplicables. Cuando nuestro Señor vino, desató la lengua de Moisés y hoy sus palabras son distintas, ya que su lengua no tartamudea más y sus discursos son claros como el día.

Hasta nuestro Señor, la palabra estaba entumecida, se quedó sin explicación, y todo lo que se dijo de Él ha permanecido en la oscuridad. El misterio escondido a la fe se ocultó detrás de la tartamudez y el velo (Ex 34,33; 2 Cor 3:14), así permaneció largo tiempo hasta que llegó la hora de su proclamación para el gran día.

Moisés pidió ver al Padre (Ex 33,18); De hecho, presentía que el Hijo llegaría a este mundo al descubierto. Fue entonces cuando el Padre le mostró la otra cara de su rostro; quiso mostrárselo ya que su Hijo se manifestará bajo apariencia humana. El Eterno puso una distinción entre la cara y el reverso, para que Moisés reconociera que la tierra contemplará a su Hijo en la forma de un hombre... Este reverso que ha contemplado Moisés, es lo que le puso brillante la piel de su rostro (Ex 34,29). El esplendor del Hijo reposó sobre el conjunto de la profecía...; cuando hablaba Moisés, era Él quien hablaba por su boca, porque Él es la Palabra que inspiró todas las palabras de la profecía. Sin Él, no hay para los profetas palabra ni revelación posible, porque Él es la fuente primera de la profecía... Pero cuando llegó el Crucificado, el Esposo, la profecía desveló su rostro y expuso su voz en la Asamblea. El Hijo de la Virgen les ha levantado el velo a los hebreos; todo ha quedado manifiesto, claro y fácil de interpretar.

San Jaime de Saroug (v. 449-521), monje y obispo sirio

Homilía sobre el velo de Moisés 12-13



lunes, 4 de abril de 2011

Enséñanos en secreto lo que es sabio. (Salmo 51)


“Pero tú cuando reces entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará”. Mt 6,6

Lo más grande que me da la oración: es el Amor; que me hace entregarme a Quien se entregó a mí primero, sin condiciones, sin pedirme nada a cambio, sin esperar nada.

Este tiempo de Cuaresma, para mi va siendo una renovación del encuentro con el Amor de la Trinidad, “De que manera amó Dios al Mundo que envió a su Hijo”, nacido de la Virgen María por obra del Espíritu Santo para que nos de Vida eterna, para que nadie se pierda. En este tiempo de Cuaresma nadie puede dejar de contemplar este Amor tan grande de Jesús aceptándolo todo para darnos la salvación, sin desear un cambio de vida, un empezar de nuevo.

En estos días lo que más me llama el Señor a orar, es su Pasión y el recorrer el camino de Cruz es reconocer que son mis faltas las que Jesús lleva… “eran nuestras dolencias las que El llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban..Eran nuestras faltas por las que era destruido” Is 53,4-5

Todo este tiempo de Cuaresma nos tiene que llevar a buscar el Rostro del Señor, el encuentro personal, reconociendo cuanta Gracia hemos recibido, que estos días no son para quedarnos en la piedad sino para aprender a vivir con sabiduría.

Pero tu Señor rico en Misericordia, “quieres rectitud de corazón, y me enseñas en secreto lo que es sabio”, El Señor tiene prisa de que nosotros nos demos cuenta de lo que vale nuestra vida, cada día para vivirla con sabiduría, enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato", (Salmo 90, 12)

Y es por eso que nos llama a orar, Cuaresma es tiempo de oración profunda, para dejarnos lavar para tener parte con Él….(Jn 13,8) “Rocíame con agua y quedaré limpio, lávame y quedaré mas blanco que la nieve”…”Dame tu salvación que regocija y que un espíritu noble me de fuerza”….

Tener parte con El es vivir para El, para decirle “Mostraré tu camino a los que pecan, a ti se volverán los descarriados…”

El fruto de la oración de encuentro personal con la Misericordia divina, siempre será salir a buscar a los que aun están lejos, ofrecer el verdadero sacrificio de adoración que es proclamar la salvación con la vida y la Palabra.

Que nuestra Madre santísima, nos acompañe a vivir este tiempo de Cuaresma donde nos vamos acercando a la Pasión y a la Pascua de resurrección del Señor, siguiendo muy de cerca cada paso de Jesús por nuestra salvación.

Dios nos bendiga.

nila

viernes, 1 de abril de 2011

Indiferencia o implicación.


Reflexión dePadre: Vicente Esplugues,

Sacerdote Misionero Verbum Dei

Introducción. Cada semana que vivo es un regalo enorme porque me permite conocer de cerca a un montón de personas, de familias, de situaciones, de formas de tratar a las personas, que suponen un encuentro nada teórico con el ser humano. Me siento un antropólogo, un sociólogo, un psicólogo, no de academia, ni títulos, ni de biblioteca, sino de lo real, del lio, del conflicto, de la discusión. Y también del humor, de la complicidad y de la carcajada, y la alegría. Del mosqueo y la rabia. De la ilusión y la decepción. Y se lo agradezco profundamente al buen Dios, porque me está enseñando a amar. No en el terreno de la imaginación y el deseo, sino de la realidad.

Y al conocer a los demás, también me voy conociendo a mí mismo. Solo reconocemos nuestra propia identidad y el valor de nuestra propia vida en referencia a los que nos rodean. Que nos ayudan a reconocer lo valioso que hay dentro de nosotros. Y nos ayudan también a ser conscientes de los límites y de lo negativo que cada uno de nosotros cargamos. Cada uno con sus propios pensamientos y planes, criterios y puntos de vista, vive en paz y tranquilidad. Si estuviéramos solos en el mundo no discutiríamos con nadie.

Lo que nos enerva y nos hace perder los papeles es la convivencia y el roce con los demás. Las diferencias que nos alejan y nos enfrentan y que muchas veces sentimos que son insuperables y fracturan las relaciones volviendo enemigos y rivales, a personas que podrían entenderse y reconciliarse.

Hay personas que tienen el don natural de la indiferencia, de la frialdad. De tener la capacidad de elevar un muro ante los sentimientos y las emociones, y parece que nada les duele ni les afecta. Yo no soy así. Yo soy precisamente lo contrario, y a veces miro con envidia a compañeros, amigos y amigas, que no les enfada nada. Nada les hace estar cabreados. Nada les emociona especialmente. No viven grandes enfurecimientos. No se les nota ni la alegría, ni la incomodidad. O por lo menos no lo expresan. Dudo que haya alguien de carne y hueso que no sufra.

Pero la exteriorización de esos sentimientos sí que los trabajan, los ocultan, para que no se les note y ser menos vulnerables. Es como si todo les resbalase.

En cambio hay otro tipo de personas que son todo lo contrario, intensas, implicadas, vehementes, que todo lo llenan de una pasión y de una gravedad, que también hacen difícil la convivencia. Son los perfeccionistas. Los que buscan la excelencia en todo detalle.

Los sensibles a los que todo les afecta. Y sufren por todo. Y se preocupan por todo. Y sin querer se vuelven exigentes, y reaccionan de forma negativa frente a cada fallo o cada error de los demás. Jueces intransigentes que llenan los ambientes de incomodidad, porque nunca estamos los demás a la altura de sus expectativas. Porque no logramos ser lo que ellos esperan de nosotros, porque parece que nos perdonen la vida.

Ya sé que no hay nadie ideal, y que solemos valorar aquello de lo que adolecemos pero estoy convencido que algo de indiferencia es necesario en las relaciones interpersonales. Tenemos que aprender a relativizar un poco las opiniones y los comportamientos de los demás. No podemos vivir con el agobio de que todo depende de nosotros. O que somos los únicos defensores de la verdad y de la ortodoxia. De que todo descansa en nuestras espaldas. Porque ese agobio acaba quemando y decepcionando. La razón no la tiene quien más grita, quien más años tiene, o quien tiene más títulos. La razón debe estar acompañada de amor y de empatía. Es tan necesaria una dosis de indiferencia, y al mismo tiempo, cierta dosis de implicación. Abrazar sin asfixiar, aconsejar, sin imponer. Acompañar sin poseer.

Lo que Dios nos dice. “No habléis mal unos de otros, hermano. El que habla mal de un hermano y se erige en su juez, esta criticando y juzgando a la ley. Y si te eriges en juez de la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Pero uno solo es el legislador y el juez; el que puede salvar y condenar ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo? Stgo4, 11-12. “Actuad y hablad como quienes van a ser juzgados por una ley de libertad. Pues tendrá un juicio sin misericordia quien no practico la misericordia. La misericordia, en cambio, saldrá victoriosa en el juicio”. Stgo 2,12-13.

“Sois elegidos de Dios, pueblo suyo y objeto de su amor; revestíos, pues, de sentimientos de compasión, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. Soportaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga motivos de queja contra otro. Del mismo modo que el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo, revestíos del amor que es el vínculo de la perfección. Que la paz de Cristo habite en vuestros corazones; a ella os ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sed agradecidos”. Col 3,12-15.

Cómo podemos vivirlo.

Solo el sentido común nos regala la forma de tratar de forma adecuada a los demás. No hay recetas que sirvan de forma universal. Hay situaciones, y personas, que piden de nosotros la total implicación. La total entrega. Con atención, con cuidado, con detalle En cambio hay muchas otras situaciones en las que tenemos que apartarnos para no herir, para no dañar.

En la vida de Jesús impresiona ver como hay momentos de una intensidad y de una vehemencia que llegan a la tensión y a la violencia, como la expulsión de los mercaderes del templo. En cambio en otros momentos está tranquilo, durmiendo a pierna suelta, en la barca, en medio de una gran tempestad, soltando, confiando. Por eso disfrutemos agradecidos de cómo somos nosotros, de lo asfixias o distantes que seamos. Disfrutemos de cómo son los demás. Pero sobre todo reconozcamos que cada persona con la que nos cruzamos es un regalo.

Vicente Esplugues

Sacerdote Misionero Verbum Dei

Para vivir

“Amar al prójimo debe ser tan natural como vivir y respirar”. ( B. Madre Teresa de Calcuta)

“Cuando tratamos de descubrir lo mejor que hay en los demás, descubrimos lo mejor de nosotros mismos”.

(A. Ward)

“La forma más segura de hacernos agradable la vida a nosotros mismos es hacérsela a los demás”.

(Graf )