viernes, 30 de setiembre de 2011

¿De qué forma rezar el Rosario Mamá, para irme pareciendo cada vez más a Jesús?


“Mientras tanto Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios, y ante los hombres.” Luc 2,52.

En tan hermoso contemplar la vida de Jesús, haciéndose uno de nosotros El ya es sabio y es la misma Gracia, el es “Yo Soy”, es el Eterno, pero sin embargo nos enseña que hay un proceso, un camino que recorrer para alcanzarle, tener la identidad de Cristos. Y por eso nos entrega a María, nuestra Madre que le acompañó a Él en este proceso de crecimiento ante Dios y ante los hombres, ella nos enseñara y acompañará a nosotros para irnos pareciendo cada vez más a EL.

María es la creatura más conforme a Jesucristo. Por consiguiente la devoción que más nos consagra y conforma al Señor es su santísima Madre y cuanto más te consagras a María mas te unirás a Jesucristo. Al tenerle devoción a Ella –y al rezar el Rosario- nos acercamos más a Él.

Rezar el rosario es meditar en los Misterios de la Vida de Cristo, de suerte que el rosario es una especie de resumen del Evangelio, un recuerdo de la vida, los sufrimientos, los momentos luminosos y transcendentales y glorificación del Señor, siempre acompañado de los momentos de grandeza de la Santísima Virgen, su Madre, siendo así una síntesis de su obra Redentora.

Rezar el rosario es un método fácil y adaptable a toda clase de personas, aún las menos instruidas y una excelente manera de ejercitar los actos más sublimes de fe y contemplación.

El Padrenuestro con el que se empieza cada Misterio es la oración que Cristo nos enseñó y quienes lo han penetrado a fondo no pueden cansarse de repetirlo. En cuanto el Avemaría, toda ella está centrada en el Misterio de la Encarnación y es la oración más apropiada para honrar dicho Misterio. Aunque en el Avemaría hablamos directamente a la Santísima Virgen e invocamos su intercesión, esa oración es sobre todo una alabanza y una acción de gracias a su Hijo por la infinita misericordia que nos mostró al encarnarse en Ella y hacerse hombre para su Misión redentora.

La Santísima Virgen en sus repetidas apariciones, siempre ha sido la súplica más importante que en sus mensajes nos ha dado. Ella nos ha pedido que recemos el rosario. Ella nos lo pide insistentemente porque tiene su rezo un GRAN VALOR. Quiere que repitamos una y otra vez la súplica, la alabanza, con la esperanza puesta en su gran amor por toda la Humanidad.

Nuestra identidad, nuestra imagen de Dios se va deformando por la corriente del mundo: el odio, , el consumismo, el individualismo, el libertinaje de todo tipo, nos quieren alejar de Dios hay una crisis de valores muy fuerte, inclusive para los que tratamos de estar en el Camino, por más que queremos seguir al Señor, configurarnos como Cristo se nos hace difícil porque nos encontramos la mayoría de las veces, viviendo como dice San pablo: “puedo querer hacer el bien, pero hacerlo, no, de hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, por tanto si hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía, sino del pecado que habita en mí” Rom 7,17

Esta es nuestra dificultad más grande, por eso necesitamos acudir a María mediante la devoción del rosario, para que nos ayude a volver a Jesús una y otra vez.

Estatutos Verbum Dei # 232. Las dificultades con que tropieza el hombre para nacer de nuevo a la vida divina, para iniciarse en su identidad cristiana sin malograr su gestación, desarrollo y crecimiento debido, hasta la madurez y plenitud de Cristo, necesita, evidentemente, de la Mamá.

El Rosario ha sido la devoción más efectiva para mantener viva en las mentes y en los corazones de los fieles el amor de Dios, la fe en el Señor Jesucristo, el conocimiento de las verdades básicas de la doctrina cristiana y la conciencia de pertenencia a la Iglesia.

El Rosario nos enseña a unirnos con María a Cristo en todo momento. Precisamente en eso consiste toda nuestra santificación: en configurarnos con Cristo, el hombre perfecto, el único "Camino, Verdad y Vida". Jesús vino al mundo por María; el hombre llegará a Dios por María.

Dios nos bendiga.

nila

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