sábado, 26 de octubre de 2013

Jesús, Palabra de Dios nos convierte en discípulos-misioneros.

Luc 13, 6-9

Jesús continuó con esta comparación: «Un hombre tenía una higuera que crecía en medio de su viña. Fue a buscar higos, pero no los halló. Dijo entonces al viñador: “Mira, hace tres años que vengo a buscar higos a esta higuera, pero nunca encuentro nada. Córtala. ¿Para qué está consumiendo la tierra inútilmente?” El viñador contestó: “Señor, déjala un año más y mientras tanto cavaré alrededor y le echaré abono.  Puede ser que así dé fruto en adelante y, si no, la cortas.”

Que dignidad tan grande nos ha dado el Señor al llamarnos a ser sus discípulos y también misioneros,  nuestra vida encuentra ahí todo el sentido para vivir cada día, toda circunstancia: ya sea el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, todo tiene sentido si lo sabemos vivir en estado de misión, siendo Buena Nueva, dando frutos  a pesar de las experiencias que estemos pasando.

“Dios nos ha llamado y consagrado para anunciar la Buena Nueva, de Él  hemos recibido gracia y misión,  Para que en todas las naciones sea recibida la fe, para gloria de su nombre. A estos pueblos pertenecen ustedes, elegidos de Cristo Jesús” Rom 1, 2.5

Somos la higuera que el Señor ha plantado en este mundo, Él nos ha creado y  nos ha enviado al mundo con una misión: crecer y dar frutos, esa es nuestra tarea en esta vida y es  la de todos sin excepción, sacerdotes, misioneros, matrimonios, laicos, todos, ¿qué frutos tenemos que dar? ¿Qué frutos espera el Señor de nuestra vida?  Ser amor, ser su imagen y semejanza, ser Palabra de Dios, discípulos de Jesús,  para hacer otros discípulos suyos, cumpliendo su mandato: “Vayan y hagan que todos los pueblos Sean mis discípulos”.

Pero tal vez el Señor está viniendo a buscar frutos en nuestra vida y no los encuentra, porque nos hemos dedicado más a lamentarnos de nuestros problemas, ocupándonos y desesperándonos por las cosas de la tierra sin ver la trascendencia de nuestra vida,  o  solamente preocupados en nuestros estudios para obtener los títulos que necesitamos, o en nuestro trabajo  solamente como fuente de ingresos  no como lugar de misión, o   a cualquiera de nuestros  intereses personales… que son muy importantes, pero  que no tienen que estar separados de la misión, porque lo que Él nos pide es que integremos el ser discípulos misioneros en nuestra vida diaria, dar frutos en el trabajo, la universidad, la familia, las relaciones sociales.

Dijo entonces al viñador “Córtala… Pues no sirve ¿para qué ocupa la tierra inútilmente?”

Señor perdóname por no haber dedicado el tiempo,  las energías, ni mi voluntad para  ocupar la tierra debidamente cumpliendo mi misión. Una y otra vez vienes a buscar fruto y yo sigo viviendo como una higuera estéril,  buscando ser feliz a mi manera, con lo que yo pienso que es bueno para mí, sin buscar tu voluntad para dar los frutos que necesitas de mi vida dispersándome  en otras cosas.

 “Examíname Señor, fíjate si voy por mal camino” (Sal 139)  ¿Ocupo la tierra inútilmente?, en mi familia, en mi comunidad, ¿Qué frutos estoy dando?, de repente frutos amargos, frutos de indiferencia, de egoísmo, de una vida inmadura, incoherente, ¿en dónde está puesto mi corazón, en la misión o en la preocupación por el dinero? ¿Creo en tu providencia? ¿Confío en ti para llevar a cabo mi ser discípulo misionero?

Pero él contestó: Señor, déjala un año más, así tendré tiempo para cavarle alrededor y echarle abono”

 Las palabras de Jesús abogando  por nosotros denotan tanta Misericordia, ¿tanto nos amas Señor?,   Así es el amor, espera lo mejor del otro, es misericordioso, olvida lo malo... Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo. El amor nunca pasará. 1Cor 13,4-5 

El Amor de Jesús por nosotros es para siempre;  por nuestra conversión Él se entrega completamente, se compromete para enseñarnos con su  ejemplo lo que significa vivir cumpliendo una misión.
Jesús cree en nuestra conversión y lo pone todo hasta morir para que entendamos la dimensión tan grande de su llamado,   lo importante que es la salvación nuestra y la de nuestros hermanos para Él.

Jesús espera en nosotros, tiene fe en que  podemos empezar de nuevo, que podamos  dar frutos  a pesar de nuestra vida estéril, El  cree que nuestra vida, tiene posibilidad todavía, que puede sacar de nosotros apóstoles como Pedro, como Pablo - Señor me parece imposible que pueda dar frutos de evangelización como ellos-  Para Dios no hay nada imposible, de una higuera estéril puede sacar discípulos  mas entregados, mas amorosos,  mas entregados, mas misioneros. El nos convierte cada día con su Palabra  que es Amor que transforma que todo lo hace nuevo.

 Si el Señor ha dicho al Dueño de la viña…déjala un año más  que Yo la voy a cuidar.. Tenemos que creerle, corresponderle con nuestra fe,   El va a dedicarse a cuidar nuestra higuera, nuestra vida.

El se va a encargar de aflojar nuestra tierra,  y la manera de hacerlo es llamándonos a  la oración,  allí removerá nuestra tierra que está dura porque le falta el agua Viva de la Palabra de Dios, nos va a nutrir  con su Amor, nos enseñará discernir a  lo que conviene vivir, nos ayudará a confrontar nuestra vida con su Palabra, removerá  nuestros  falsos valores,   aquello en lo que estamos estancados, endurecidos. El nos pondrá en disposición de asimilar lo que significa nuestra vida para Él y para nuestros hermanos,  para ser más  coherentes, más responsables, más fraternos, más humildes, mas entregados, menos pesimistas, más centrados: Mas discípulos, mas misioneros.
           
“puede ser que así dé frutos en adelante: si no la cortarás”.

Señor, en adelante quiero dar frutos,  tu fe en mi vida despierta mi fe, quiero dar los frutos, que tu esperas Señor, dejar de ser una higuera estéril, no quiero ocupar la tierra inútilmente, quiero aprovechar esta oportunidad que me das, este año más  de vida, para dar frutos. Es mi tiempo. Es tiempo de dejar la vida infructuosa de un pasado estéril, infecundo, inmaduro, inútil. Es el tiempo de la higuera. Cada higuera esta plantada por Ti, Señor en tu Cuerpo, en la Iglesia en la familia en la sociedad en su siglo. La conversión es una llamada a dar fruto y fruto abundante.

¿Podrá contar el Señor con nuestra respuesta real a su amor y a su misericordia, a su fe en nosotros?

Que como  discípulos suyos vayamos  a otras higueras infructuosas a remover su tierra para que ellas también den fruto, hacer lo mismo que Jesús hace con nuestra vida, tener fe en las personas, ayudarlas en vez de criticarlas o cortarlas,  más bien ser pacientes y misericordiosos como lo es Él  con nosotros,  para que den a su vez frutos de misericordia y de amor con los demás.

Dios y nuestra Madre Santísima nos bendigan.

Nila


sábado, 19 de octubre de 2013

La fe es tarea: supone abrir la puerta de nuestro corazón de par en par.





“Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo”. (Ap 3,20)

Buenos días Señor, hoy  quiero darte las gracias una vez más por detenerte junto a mi puerta, por buscarme, por llamarme, por tu deseo de entrar a mi casa , ¿Quién soy yo, Señor, para que tú de mi te acuerdes? Hoy he escuchado tu Voz y quiero abrirte las puertas de mi vida entera, sin reservarme nada,  de par en par y quiero darte gracias también  porque siempre tocas cuando más te necesito, gracias por propiciar este espacio a solas, de silencio en la intimidad de la oración.

En este año de la fe, nuestra Iglesia quiere hacernos conscientes de la Presencia real de Jesús en nuestra vida, que creamos en Él, que le abramos las puertas, porque siempre esta llamándonos no se cansa nunca de buscarnos para decirnos cuanto nos ama, y nos quiere unidos, en comunión con Él, compartiendo todo lo que vivimos.

Lo que más le duele a Jesús es cuando no le dejamos entrar, cuando no le abrimos la puerta porque, unas veces,  sentimos temor o desconfianza, creemos que viene a pedirnos o a quitarnos algo, cuando lo único que El quiere es derrocharse en nuestro corazón, darnos la plenitud que tanto vamos buscando. Otras veces no le dejamos entrar y le cerramos la puerta,  porque pensamos “que estamos bien”, que no le necesitamos.

 El nos dice en su Palabra “Tú piensas: “soy rico, tengo de todo, nada me falta”   y no te das cuenta de que eres un infeliz, digno de compasión, pobre ciego y desnudo…yo reprendo y corrijo a los que amo. Vamos anímate y conviértete. Mira que estoy a la puerta y llamo: si uno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo. (Apc 3,17.19.20)

Es verdad que a veces pensamos que estamos bien, que no necesitamos a Jesús, por eso hoy toca nuestra puerta  porque nos ama y quiere que nuestra vida se convierta, que seamos ricos, pero de Verdad, que no nos falte nada pero porque le tenemos a Él. Cuando mantenemos las puertas cerradas a Jesús, que es el Amor, que es el Camino la verdad y la Vida, ahí, es cuando no somos más que unos pobres infelices, dignos de compasión, pobres ciegos y desnudos porque no tenemos nada. Abrirle las puertas a Jesús es poseerlo todo, es recibir la Vida abundante y duradera.

Esta mañana el Señor me decía, “Déjame entrar,  dame la oportunidad de entrar “en tus asuntos” que también son los míos. Hija, todo lo tuyo es mío porque me perteneces,  yo quiero entrar y morar en tu casa darte la paz  y el  descanso que ansías,  solo confía en mí no tengas miedo yo estoy contigo,  soy Yo Jesús, ábreme no tengas miedo, esfuérzate por dejar en mis manos tus cosas, ábrete a la novedad de mi presencia en tu vida, déjate sorprender por todo lo que traigo para ti, veras cosas maravillosas, pero es necesario que confíes, esfuérzate, da pasos para abrirme la puerta, mira que te estoy llamando, traigo una vida abundante para ti y los tuyos,  te amo, eres especial para mí. Te he elegido,  entre muchas puertas toco la tuya porque tengo para ti planes que no conoces, traigo la salvación para ti y para todos los tuyos, soy el único que puede salvarte mi tarea es salvarte,  la tuya es esforzarte por alcanzar esa salvación, de ti depende, solo te pido que confíes.”

 Gracias Señor por tanto amor, por permitirme escuchar tu Voz. Creo pero aumenta mi fe, te necesito tanto, ayúdame en los esfuerzos que haga para llegar a ti, porque siento que no alcanza mi mano a abrirte, a veces me cuesta oírte, tocarte. Te necesito tanto, me has confiado una familia, a mis hermanos, que esperan que les lleve tu Palabra. Ayúdame a abrirte las puertas de mi corazón de par en par, para ser tu Tienda de encuentro, tu Casa de oración.

Después de invitarnos a abrirle la puerta de nuestro corazón el Señor dice, “Al vencedor lo sentaré junto a mí,  en mi trono, del mismo modo que Yo, después de vencer, me senté junto a mi Padre en su trono” (Ap 3,21), porque sabe que tener fe es una lucha, es una conquista. Tener fe no es creer en cosas ordinarias de la tierra, son cosas del cielo, por eso Jesús viene a nuestra vida para quedarse y enseñarnos, para acompañarnos en nuestro caminar.

Vamos  a pedirle nuestra Mamá María que nos ayude a escucharle. Porque a veces escuchamos  la voz de Jesús llamando a nuestra puerta pero nos cuesta decirle que si, levantarnos temprano para orar, ir a la formación, participar en las actividades de la Comunidad nos cuesta esforzarnos.
 Ayúdanos, Mamá, ayúdanos abrirle la Puerta a Jesús. Toma nuestras manos, únelas con las tuyas, para que así tengamos la fuerza que necesitamos.

 Dios nos bendiga.

Nila


viernes, 4 de octubre de 2013

Un AMOR,  nos reconcilia consigo mismo, con  Dios y los hermanos.
2 Cor  5,20; Mt 5,23-24

Padre amado gracias porque tu amor por nosotros es tan grande, que tu Misericordia cubre la multitud de nuestros pecados, gracias porque a pesar de nuestras faltas  nos sigues amando  nos sigues llamando  para vivir reconciliados contigo y con nuestros hermanos y con nosotros mismos, porque nos quieres ya viviendo el Reino aquí en la tierra.

El Mandamiento que Jesús nos ha enseñado que es el más importante,  es el de amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Siendo el principal sin embargo es en el que más caemos, porque todos nuestros pecados son por no conocer el verdadero Amor, porque no amamos a Dios por sobre todas las cosas del mundo, por sobre nuestros intereses personales. Dice san Juan en sus cartas, “el que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es Amor” 1Jn 4,8; “Si conocemos el amor que Dios nos tiene, buscaremos permanecer en Él”. 1Jn 4,16)

Para Jesús es muy importante nuestra forma de convivir con el prójimo, la relación perfecta es vivir en su Amor,  pero sabe que también es lo más difícil, que somos débiles,  por eso en su infinito Amor, nos ha dado el Sacramento de la reconciliación, que nos cura, nos devuelve la Vida, nos renueva su Gracia para amar como Él nos ama.

Por eso si tu estas para presentar tu ofrenda en el altar y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, si le has ofendido y no le has pedido perdón, si has dejado de ayudarle pudiendo hacerlo (pecado de omisión), si has hablado mal de él o de ella, si sigues acordándote de lo que te hizo, si le tienes a “prueba” antes de perdonarle….es mejor que dejes allí mismo tu ofrenda frente al altar y vayas a hacer las paces con tu hermanos…

Cuando nos acordemos de que tenemos una deuda de amor con alguien, la esposa, el hermano, el hijo, con alguien con quien hemos discutido, con quien nos hemos enojado, a quien hemos tratado injustamente, el Señor dice: es mejor  que vayas a hacer las paces primero;  es como si pusiera a nuestros hermanos antes que Él, el valor que Jesús le da a nuestra relación con el prójimo es muy grande.

La paz entre nosotros es lo más importante, es reflejo de que Jesús está vivo, que vive en nuestro corazón, es reflejo de un corazón sencillo, humilde, que vive en el Amor, no porque no tenga problemas con el prójimo sino que  no se deja llevar por la ira, porque olvida lo malo, porque  espera lo mejor del otro, perdura a pesar de todo, es paciente y muestra comprensión…1 Cor 13, 6-8.  

Tiene paz porque permanece en el Amor. La paz es presencia de Dios, presencia de su Amor en el mundo; porque el deseo de Dios es que todos experimenten su Amor. Los Sacramentos son para llevarnos a la Vida eterna.

Después vuelve y presenta tu ofrenda”. El Señor aguarda nuestro regreso-después vuelve- la mejor ofrenda para Dios es un corazón reconciliado, liberado, en paz consigo mismo y con los demás  para poder  llevar a los demás el mensaje de la reconciliación con coherencia.

Quien ha experimentado la reconciliación con Dios, consigo mismo y con los hermanos experimenta que es una creación nueva, creado de nuevo en el Amor de Dios,  es un corazón que vuelve siempre a buscar a Dios porque no puede vivir alejado de su Gracia.

" Todo esto proviene de Dios , quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación , es decir, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo , sin contar los pecados de los hombres en contra de ellos , y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación " ( 2 Cor 5:17-20 )
“Nos presentamos, pues, como embajadores de Cristo, como si Dios mismo les exhortara por nuestra boca.  En nombre de Cristo les rogamos: ¡déjense reconciliar con Dios!”

Somos embajadores de Cristo para revelar el amor y la misericordia de Dios en nuestra vida,  como una infinita acción de gracias, por eso ofrezcámosle al Señor nuestra vida para ser la voz que sigue llamando a los corazones a la conversión, ofrecerle también nuestras debilidades para que con su  Gracia Él nos acompañe y nos de la fortaleza que necesitamos.

Mamita María, ruega por nosotros, para que aprendamos a amar a nuestros hermanos como Jesús nos ama, para vivir reconciliados con nosotros mismos y ser instrumentos de reconciliación entre nuestros hermanos.

Dios nos bendiga.
Nila