sábado, 30 de diciembre de 2017

“LA SAGRADA FAMILIA, UNIDA EN EL AMOR”


¡¡Feliz Domingo de la Sagrada familia, para todos queridos hermanos!!,  hoy vamos a meditar el Evangelio de Lc 2, 22-40. Nos ponemos en presencia del Señor en nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
“Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la Ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presen­tarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la Ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para ha­cer la ofrenda que manda la Ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
—«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
—«Mira, este niño está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así que­dará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. .. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabi­duría; y la gracia de Dios lo acompañaba. Palabra de Dios

 Estos días iba meditando el Evangelio, y contemplando el Hogar de Nazaret donde Jesús creció, donde se vivía el proyecto de Dios, se vivía en Amor, en fidelidad, en ternura, donde se escuchaba la Palabra de Dios, para hacer su voluntad. Donde el Amor de Dios era el centro de todo, la base,  la Roca, de toda su vida, y si tenían que cumplir la Ley yendo hasta Jerusalén lo hacían, si tenían que ir Egipto o a Nazaret, o donde Dios le enviara, ellos los hacían juntos, unidos en un mismo proyecto;  que hermoso es contemplar la Sagrada Familia, ofreciendo a Dios sus pequeñeces quizás, un par de tórtolas o dos pichones que era lo que estaba a su alcance… quizás por eso Jesús un día admiró a la viuda pobre que entregó todo lo que tenía…desde niño aprendió en su familia a valorar el desprendimiento, el desapego material, porque la riqueza que tenían era el Amor, la presencia de Dios en sus corazones.

Y yo  pensaba que bonito hubiera sido tener una familia así, un Hogar donde Jesús hubiese sido el centro de todo, criar a mis hijos, junto a mi esposo  como María y José, y el Señor me hacía ver que El puede hacerlo todavía, porque para Él no hay imposibles, si Jesús se ha hecho hombre es precisamente para entrar a formar parte de nuestra familia, para renovar las familias y toda la faz de la tierra.
 Si ha querido nacer en el seno de una Familia, con sus padres María y José, es porque nos va a enseñar cómo debemos amarnos, y me alegraba mucho de que estoy a tiempo, estamos a tiempo todos de amarnos como ellos se amaban, de dejar que el Señor sea el constructor de nuestra casa, "Si el Señor no construye la casa en vano trabajan los albañiles; si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el centinela." Salmo 127, en vano nos fatigamos trabajando para darles cosas materiales a los hijos, lo que nosotros pensamos que es bueno para ellos, pero no es lo fundamental,  lo que Dios espera.

Qué bueno que  no estamos solos, Dios ha querido que su Hijo creciera y se desarrollara en sabiduría y Gracia dentro de una familia, allí conoció su identidad, de Hijo de Dios, por boca de sus padres conoció su misión, desde niño, y así todos nosotros si conocemos quienes somos desde nuestra niñez, si sabemos que Dios es nuestro Padre, María nuestra madre, toda nuestra vida sería diferente.

Sabemos de sobra  ya como están las familias actualmente, lo sabemos por las noticias, o por lo que experimentamos también o  porque vemos los frutos de las familias que viven sin Dios, la corrupción, la delincuencia, la agresividad por las calles en las parejas, abusos, y todo lo demás, son los frutos amargos, de haber sacado a Dios de la familia, de las casas. Necesitamos con urgencia, acoger a la Sagrada Familia en nuestra casa y en nuestro corazón.
Hermanos, que este domingo meditemos mucho en el sentido de esta celebración, no lo vivamos superficialmente, tengamos esperanza como Simeón, q  ue esperaba la llegada del Hijo de Dios, del Salvador.
Por eso  Cuando María y José llegan con el Niño al Templo, él  sale a su encuentro y cuando  tiene en sus brazos al Niño siente un gran descanso espiritual y una alegria inmensa porque Dios le ha escuchado, le ha permitido ver al Salvador y exclama con fuerza “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Como diciendo, ¡“por fin”  ya vi lo máximo, lo que espere toda mi vida se ha cumplido!

Así nosotros también podremos sentir paz, alivio, consuelo cuando se vayan dando los frutos de amor, d paz en nuestra vida en nuestra familia, porque como Simeón, hemos estado a la espera activa, orante del Salvador.

Yo sentía que necesito salir todos los días a encontrarme con Jesús la Palabra de Dios, y como dice Pablo, permitir que se sienta a sus anchas en mi corazón,  que viva en mi con toda su riqueza, para poder vivir el amor en familia, ser humilde, amable, paciente, con mi familia, con quienes comparto, re-vestirme de amor, darle tiempo a la Palabra de Dios, en familia formarnos para vivir centrados en el amor de Dios, en su proyecto de llegar a muchas familia, que podamos ser luz, expresión del amor de Dios, manifestación de que si es posible amarse aun en las diferencias de caracteres, de personalidades, que podemos amarnos, cuando Dios es el centro de nuestra vida como nos lo enseña la Sagrada Familia.

Queridos hermanos que empecemos el Año pidiendo a Jesús, a José y a María nos guíen, nos protejan, se queden a vivir en nuestro Hogar, nos ayuden a ser luz para muchas familias que necesitan conocer el amor de Dios, empezar de nuevo.

                        ¡¡Feliz año 2018 querida Familia Verbum Dei!!


    


sábado, 16 de diciembre de 2017

“Estén siempre alegres: El Señor está cerca”


Juan (1,6-8.19-28): Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. 
Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. 
Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?”. Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.
Palabra del Señor

En esta tercera semana de Adviento la Iglesia, quiere despertar en todos nosotros sus hijos e hijas sentimientos de profunda alegría: «¡Estén siempre alegres!”  (1Tes 5,16; Flp 4,4).
Y la causa de esta alegría es la conciencia de que «el Señor está cerca» (Flp 4,5). Sí, la razón de la alegría que debe inundar hoy y cada día nuestros corazones  es la certeza de que “el Señor está cerca”, muchos quisiéramos ya verle, ver que se manifieste el Señor de una vez  sobre todo en los momentos de crisis, de incertidumbre  que estamos viviendo, todos anhelamos estabilidad, paz, sentir alegria, y a veces parece tan difícil.  

Algunos tal vez podríamos decir, yo francamente  no tengo motivos para estar alegre al contrario; como alguien con quien conversaba ayer, “y me decía lo que yo siento más bien es tristeza”.
Y  fue muy bonito poder hablarle de que existe una clase de alegría que muchos no conocemos, y es la alegría espiritual, la alegría cristiana, la alegría interior de sentir al Señor cercano, tan cerca que en Él nos movemos, existimos y en El somos. (Hechos 17,28)

Nuestra alegria no es la alegria del mundo, la alegria que viene de que todo sale bien, de que  resulten las cosas como las esperamos, pero como no siempre sucede así, nos volvemos a sentir mal, tristes, vacios, añorando los momentos alegres, mirando fotos, videos de tiempos mejores.
 La alegria en el Señor es un eterno presente porque nuestra alegría es Él, Jesús  que siempre está cerca de nosotros que nunca se separa de nosotros. “Estén alegres en el Señor” (Filip 4,4), muchas veces encontramos esta invitación que nos dice lo que significa la verdadera alegría.

San Juan bautista descubrió esta clase de  alegria que viene de Dios cuando descubrió su identidad, cuando le preguntaron  los enviados de los Sacerdotes y Levitas ¿tú quien eres?, él dijo primero “Yo no soy el Mesías”… ¿pero entonces porque bautizas?... ¿por qué haces lo que haces?
Esta pregunta también la podríamos trasladar a nuestra vida personal para dar con la verdad de nuestra vida, para poder sentir la alegría que el Señor espera de nosotros en este tiempo de Adviento, en que esperamos su venida,  ¿tú quien eres? ¿Qué dices de ti? a mí también me ayudó mucho orar esta cita, para descubrir que yo era hija de Dios, eso  fue fundamental en mi vida, descubrir mi verdadera identidad, que por la venida de Jesús al mundo, había podido reconciliarme con el Padre, y mucho mas descubrir como Juan que mi venida al mundo, “eran para él, para que se diera a conocer a Israel” vs 31, para darle a conocer a través de mi testimonio de vida

Así  pues como Juan   descubrió que su razón de existir, era anunciar la llegada de Jesús, y eso le hacía   levantarse todos los días e ir al rio Jordán a invitar a la conversión, y bautizar con agua. A mi también me hizo levantarme todos los días para ir al Rio de la Palabra de Dios, a orar, para que el Señor me convierta  y poder salir después a vivir su Palabra y dar testimonio de que Él es la Luz y la Fuente de toda alegria verdadera.

Decirle a muchos hermanos que como yo no conocíamos verdaderamente a Jesús  “en medio de vosotros hay uno que no conocéis”…”lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles”. Hechos 17,23

En este tiempo de Adviento ojalá que podamos tener un encuentro real con Jesús que le acojamos en nuestro corazón, en esta navidad y pedirle que se quede, que nos enamore, que ese Niño pequeñito nos  conquiste el corazón con su ternura, y por nuestra parte no dejarle ir, orar cada día para que crezca y permanezca dentro de nosotros para siempre para que nuestra alegria sea completa. Jn 15,11
Hoy día muchos discípulos de la comunidad de Lima y Comas, junto  con las misioneras que han organizado la Misión de Navidad, estarán saliendo a anunciar la Buena Nueva de la llegada del Señor por  las calles de Ventanilla, irán como Juan el bautista, a proclamar que el Señor esta cerca y quiere nacer en su corazón, quedarse en “su casa”,

Que nuestra Madre Santísima les acompañe, y  nos enseñe a todos nosotros a experimentar la alegría y  el gozo de tener a Jesús en nuestro corazón, y llevarlo a nuestros hermanos tal como lo hizo Ella proclamando las hazañas del Señor.

Termino con las palabras de Pablo (Tesalonicenses 1 5,16-24). “Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno.