¡Qué bueno
poder tener un momento de oración, para recoger este año vivido, agradecer en
comunidad por los gozos y las tristezas, las alegrías, cuando para muchos es
cuenta regresiva, es desaliento, desanimo, tristeza, pérdidas o ganancias, para
nosotros con un poquito de fe es terminar un año con el corazón agradecido y
abrirnos a la nueva experiencia que el Sr. Nos quiere regalar: "UN
PORVENIR LLENO DE ESPERANZA"!
Hemos recorrido
con esta paraliturgia un camino desde la entrada hasta el evangelio. Hemos
puesto los ojos en Jesús, con la procesión de entrada: Jesús recién nacido,
frágil, creatura como nosotros, pero un niño recién nacido abriéndonos paso al
año 2012 que vamos a recibir. Luego la Palabra de Dios, entrando solemnemente
como fue pronunciada por Dios en la Creación por la que todo se hizo por ella.
ü Nos saca
de la mentira y nos sitúa en la verdad.
ü Nos cura
y nos levanta, posibilita en nosotros el vivir. Porque nada es imposible.
ü Nos da
una visión nueva: para mirar la realidad con una nueva luz.
En el acto
penitencial vemos como nuestra vida se estropea con lo que hemos vivido en este
año, pero estamos en las manos grandes de Dios, que nos mira con posibilidad y
que solo él que nos creó puede hacer de nuestra vista una VIDA A SU GUSTO. Él
sabe sacar de esas experiencias en que nos encontramos estropeados como me
decía un chico: SIN RUMBO, un cántaro a su gusto.
Nos deja ver que
con todo lo vivido, lo aprovecha, es un Dios que crea y recrea, que recicla
nuestra vida, porque todo sucede para bien de los que Dios ama y de ahí saca
humildad, “Yo haré de ti un pueblo bien humilde”, porque de esas caídas Dios
saca humildad, solidaridad, compasión, un corazón sensible.
Nos da una
sensibilidad nueva y un amor nuevo para con nosotros, con Dios y con los demás;
porque nos resucita, nos da una VIDA NUEVA. Y todo por la fuerza de la Palabra
Creadora que tiene poder en sí misma para hacer lo que dice, como lo hemos
escuchado en la primera lectura del libro del Génesis.
La primera
lectura nos invita a entrar en la fe, a poner nuestra confianza en la fuerza de
la Palabra, a abrirnos a la posibilidad de recibir este 2012 como un futuro
lleno de esperanza. ¿Por qué podemos creer que es posible que nos da un futuro
lleno de esperanza? Vamos a partir de la Palabra de Dios para encontrar esas
razones para acoger este nuevo año así.
Gn 1,1-2: Dice el texto bíblico: “La
tierra era una soledad caótica”, soledad porque no hay nada. Caótica:
no tiene forma, es algo amorfo. Y cubierta de tinieblas. Nos preguntamos ¿Ahí
puede estar Dios? ¿Dios puede querer el caos? Cuando decimos: “esto es un
caos”, ¿estamos diciendo que nada se puede hacer?.
La “Presencia de Dios”. Es Dios quien
se hace presente, él está donde parece que hay soledad, vacío, tiniebla, no hay
nada. Esto es “el caos”. La buena noticia es que sí se puede hacer algo. Es
asumido el caos por Dios. Las tinieblas las ve con esperanza y por eso está el
Espíritu Santo. Él no está de manera
pasiva. Está amando primero, mira el caos como posibilidad de crear algo de
ahí. Cree que puede surgir la vida. Es posible porque para él nada es
imposible. Dios Ama creando.
Por otra parte: Dios es quien habla.
Él dice… pronuncia su Palabra en donde no hay nada. (Gn 1,1-2) porque crea comunicándose, entrando en relación. Dios
creó: el cielo y la tierra. Mirando el caos sabe por dónde empezar: Que
exista la luz. Él nos da la luz para que veamos lo que hay, para que
seamos consientes de cómo estamos. Y esa luz que nos da: “Vio Dios que era buena”,
porque él es la luz, en Jn 1: La
Palabra es la luz verdadera que ilumina a todo hombre, y las tinieblas no
pudieron sofocarla.
Su creatividad no es mágica, no crea
todo de una vez, sino que lo hace poco a poco, para que el hombre sea
consciente de lo que Dios va haciendo, lo vaya gustando, valorando, para que
sepa que hace su Señor y siga creyendo y esperando en él.
Cuando Dios dice: que se haga la luz
y la luz existió, Dios hace algo ahí: separa la luz de las tinieblas.
Porque el hombre vive momentos de luz y de oscuridad. Cuando tiene luz, lo ve
todo, de día, distingue, experimenta más seguridad para actuar, todo lo pude hacer. Pero también
experimentamos la noche: el no ver nada, no tener claridad, nos suscita inseguridad,
desconfianza.
Para el N.T. La noche: Cuando trabajamos, nos esforzamos, nos cansamos y no
pescamos nada. Jesús pasó toda la noche en oración. También habla que al clarear el día Jesús se hace presente.
Por tanto, Dios quiere la noche,
porque es cuando más vulnerable se experimenta el hombre, cuando se reconoce
creatura y se da cuenta que él no puede nada. Necesita experimentarse
necesitado de la luz, y solo Dios la da si pronuncia su palabra, así el hombre
podrá estar en condiciones de esperar la luz, la deseé. Para que aprenda a
caminar de noche como en pleno día, porque la Palabra es lámpara para sus
pasos.
Por otra parte, él separa lo que es luz,
de lo que es tiniebla, para enseñarnos a separar con él y a ponerle nombre: luz
a lo que es luz y tiniebla a lo que es tiniebla.
Pasa una tarde y una mañana: es
el día primero. A veces nos desesperamos porque pensamos que Dios no hace
nada. Él valora el tiempo, la espera. Pero el hombre tiene que aprender a valorar
lo que Dios hace y aprender a esperar en Dios.
Dios sigue diciendo: “Que
haya una bóveda entre las aguas para separar unas aguas de otras”. Después mira que es necesario que haya
una bóveda para separar unas aguas de otras. Vemos que en nosotros hay aguas
que nos asustan, nos condicionan, nos generan desconfianza, porque no
tocamos suelo, no dominamos, no controlamos. Pues ahí, él pone una bóveda entre
las aguas, abre camino para que podamos caminar sobre las aguas. ¡Es otro
nuestro piso! Nuestro suelo que nos da seguridad para caminar en la confianza.
Is 43,2: “Si atraviesas por las aguas no te ahogarás”, “Yo abrí
un vado por las aguas caudalosas”. Su palabra crea un vado entre las aguas
caudalosas que parece que nos hunde para que como Pedro caminemos sobre las
aguas. Pero, Pedro se empezó a hundir, porque se fijó en la turbulencia de las
aguas, en el oleaje del mar, en la dificultad y por eso Jesús le pregunta: ¿Por
qué dudaste, hombre de poca fe?. Su Palabra pronunciada es vado entre las aguas
caudalosas, es seguridad, camino seguro.
A la bóveda la llamó “cielo”. Lo que
Dios crea en medio de las aguas, es un cielo nuevo y una tierra nueva: el
Reino, confianza. En las aguas está presente Dios y él puede crear Reino.
Dios respeta el tiempo, el proceso,
y sabe esperar; para que el hombre saboreé, disfrute, sea consciente de
lo que Dios está haciendo en su vida y con los demás, para que también aprenda
a sorprenderse de que ¡es el Señor!. Pues Dios sabe que el hombre es creatura.
Dios ama creando, él pone
nombre a todo lo que va creando con su infinita sabiduría. Para nosotros es
novedad, asombro experiencia de humildad. Dios todo lo que crea lo bendice,
porque lo ve bueno para el hombre. Lo que es bueno hace mucho bien. Dios valora
lo que hay en nosotros.
Desde nuestros ojos podemos decir:
“Y eso duro que hay en mí, es pura tierra, no hay terrones, nadie la ha
trabajado”. Porque yo la voy a trabajar, eso que llamo tierra, y la puedo
preparar para que dé frutos.
Nuestro Dios no desperdicia nada, todo lo
valora. La dureza de nuestro corazón, él la trabaja y deja una tierra bullida,
sin desconfianza, ni mecanismos de defensa, la capacita para que de ese corazón
produzca vegetación: diferentes tipos: Plantas con semilla, árboles frutales,
que den en la tierra frutos con semillas de toda especie. Y así fue: brotó de
la tierra vegetación.
Él no deja nada a medias, va creando cuando dice. Pero el
mismo constata que así es, que él no falla, no nos decepciona, no miente. Su
Palabra es Verdad, y Verdad en nosotros porque somos los primeros que
constatamos esos frutos diversos que nos dan la experiencia de que somos
fecundos porque damos frutos de amor, gracias a él. ¡Es bueno que el corazón de
frutos!. (cfr. Ez 47)
Estamos en los últimos días del año. Experimentamos
una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— que susurran en nuestros
corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos
vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en
nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a transformarlos para
poder comenzar el nuevo año con fuerza.
«La Palabra era Dios (…). Todo se hizo por
ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer
el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don
recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de
agradecer cada minuto del año.
Pero el don de la vida no es completo.
Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave:
“acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn
1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro
alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en
nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras
jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en
nosotros?
«La Palabra era la luz verdadera que ilumina
a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir
dejarse cuestionar por El. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros
pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que
nuestras actuaciones se identifiquen con las suyas!
«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es
algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es solo
esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida que recibimos
mediante la oración, el amor fraterno, la misión en el seno de la comunidad, de
la Iglesia y con los sacramentos.
«A todos los que la recibieron les dio poder
de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). Nos da el poder vivir su proyecto
apasionante para el año que vamos a estrenar: UN PORVENIR LLENO DE ESPERANZA.
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