Mt 11, 28-30; Luc 5, 30-31
“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas,
y yo los aliviaré. Carguen con mi
yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas
encontrarán descanso. Pues
mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Qué bonito es oír que alguien nos llama para pedirnos nuestras cargas,
y sobre todo si ese Alguien que nos llama, nos ama…. y nos llama porque nos
conoce porque sabe que somos limitados, que nos faltan las fuerzas, sabe que le necesitamos para amar, para servir para vivir este ideal de ser
generadores de comunión.
El Señor nos llama a ir a Él,
personalmente y como comunidad para conformar un Hogar según su corazón, donde
se viva en comunión, donde todos nos sintamos amados por igual, donde nos hagamos cargo de las personas sin
acepción de nadie.
“vengan a mi todos los que van
cansados, llevando pesadas cargas”,
¿Quién no tiene cargas?, cada día es
levantarse a ver el negocio, los estudios, el trabajo, el apostolado, y no
siempre el corazón está dispuesto a darlo todo, por eso la invitación del Señor
es a estar con Él “vengan a mí, carguen con mi yugo”….el yugo es la unión con
El, para poder ir a vivir todo lo que toca con ese lazo que es generador de
comunión, sin el Amor no somos nada, ni podremos nada, fácilmente nos cansamos,
y lo que empezamos con tanto entusiasmo se convierte en una carga que nos pesa…hagamos
lo que hagamos si no lo vestimos con el Amor, nos cansará, nos aburrirá, no le
encontraremos sentido y en lugar de
generar comunión, generaremos, divisiones, rencillas, daremos anti-testimonios.
“Aprendan de mi que soy paciente
y humilde de corazón”.
¿De donde te viene Señor la humildad y la
paciencia?, ¡enséñanos! Cuando uno contempla la vida de Jesús, uno descubre que es de la unión, de la
comunión con el Padre de dónde saca ese Amor, que le hace acoger a todos sin
excepción, el Padre y Yo somos una misma Cosa, Él en mi, y yo en Él, así de
fuerte es la unión de Jesús con el Padre en el amor del Espíritu Santo. Por eso
se hizo hombre para enseñarnos a ir a la
fuente de la Comunión: la Trinidad para ser pacientes y humildes de corazón,
para generar comunión eclesial.
Por eso Jesús se hace Hogar, se
hace acogida,
“Vengan a mí,…y sus almas
encontraran descanso. Pues mi Yugo es suave, y mi carga liviana”.
No demoremos en acudir al encuentro
de quien amorosamente nos llama y nos reclama, porque sabe que solos no podemos.
El Amor trinitario que recibimos en la oración, nos devuelve a la humildad, a
la paciencia, para ser lugar de encuentro, casa, hogar de oración, para que quien venga a
nosotros lo encuentre a Él, y todos podamos ser uno con El, hogares unidos,
comunidades donde se viva el Amor que genera comunión.
El Señor nos invita a ser ese
hogar que Él ha preparado en nuestro corazón, a través de nuestro carisma de la
oración centrada en la Palabra, en cada encuentro El Señor nos ha hecho valorar nuestra vida,
en su amor hemos encontrado todo y hasta más de lo que necesitamos para ser
felices, nos hemos reconocido amados, valorados, estimados.
El, primero, nos ha acogido sin importarle como estábamos, por
su Amor, nos ha sacado del vacío, del sinsentido dándonos una identidad, su
misma identidad, de hijos del Padre, nos ha hecho sentir útiles para transformar el mundo creando ambientes
fraternos, de comunión por medio de la Palabra de Dios, por su Palabra, nos ha
sacado de la soledad ofreciéndonos una compañía personal, amorosa, permanente,
con su Estilo de vida Jesús nos ha mostrado el camino para vivirlo del mismo
modo con nuestros hermanos.
Un día Jesús llegó a la casa de Leví, (Mateo) y estuvo reunido con “gente de toda clase”, “con cobradores de impuestos
y con personas malas” para enseñarnos que: «No son las personas sanas las
que necesitan médico, sino las enfermas. No he venido para llamar a los
buenos, sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan.» Luc 5,30-31
Para Jesús no hay personas malas, no ve las clases sociales, no hace
diferencias por los cargos o el dinero que tengan, Jesús ve el corazón enfermo
por el pecado, por la ignorancia, y necesitado de sanación, de salvación, y por
eso se junta con todos, para amarles y a través de ese trato, de esa amistad
fraterna, de estar en comunión con ellos, sentados en la misma mesa, al mismo
nivel, provocar en ellos el querer cambiar de vida, el arrepentimiento.
El Señor hoy día nos invita
también a ser sus relevos. Tú, Verbum
Dei, eres mi relevo, a ti discípulo de la Palabra elegido por amor, te encargo
mi pueblo, acógeles en tu corazón, ese es el Hogar que he preparado para ellos,
un lugar cálido donde encuentren abrazo de madre, de padre de hermano,
encuentren una palabra que les levante, mi Palabra a través de la tuya, mi
divinidad y tu humanidad unidas para atraer a muchos al Hogar.
A través de nuestro carisma: la
oración centrada en la Palabra de Dios,
el Ministerio de la Palabra, el Señor nos está dando todo para hacer Hogar, ser
Hogar para todos, no necesitamos más que dejarnos ensanchar el corazón,
ensanchar el espacio de nuestra tienda, para que con su Amor asegure nuestras estacas, para que sea nuestro
corazón un hogar sólido, coherente, fuerte,( Is 54, 2-3) valiente,
perseverante, capaz de abrirse a todos, sin hacer acepción de nadie.
Gracias Señor por llamarnos, por
amarnos como somos, gracias porque nos confías a tus hijos, porque nos miras
como discípulos generadores de comunión, porque has hecho de nuestro corazón,
un Hogar donde tienen acogida todos sin excepción.Gracias Señor.
Madre Buena, Madre que generas comunión en los
corazones, acógenos como hijos tuyos, para atraer a muchos al Hogar, para hacer
de nuestras comunidades, escuelas de comunión para nuestros hermanos.Gracias Madre.
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