sábado, 7 de setiembre de 2013

El Espíritu del Señor me guía como guió a Jesús.


Lucas 4,18-19;  Isaías 61, 1-2

“¡El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí! ¡Si, Yavé me ha ungido!  Me ha enviado con un buen mensaje para los humildes,  para sanar los corazones heridos, para anunciar a los desterrados su liberación, y a los presos su vuelta a la luz.  Para publicar el año de gracia de Yavé”, Isaías 61, 1-2

Esta mañana al empezar a preparar las pautas le daba gracias al Señor por este amanecer, gracias por la alegría de saberme su enviada, la certeza de que al despertar, mi vida tenga un sentido tan claro, tan esencial, porque ese sentido va a dirigir mis pasos, lo que piense, lo que diga, mis trabajo de este día, mis actitudes, mis decisiones: Tengo una Misión, y es la misma misión de Jesús, su mismo Ministerio, trabajar para la salvación de mis hermanos.

Por eso Señor, quiero pedirte que envíes tu Santo Espíritu, para que en este rato de oración me ensanche el corazón, para amar como Tú amas, para servir como lo haces Tú mi Buen Jesús, quiero a vivir este día y cada día con esa misma fuerza que recibiste en el desierto, en ese retiro de 40 días, a donde el Espíritu te fue guiando, y saliste lleno de su Poder para anunciar:

 “¡El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí! Él  me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos  y proclamar el año de gracia del Señor”. Lucas 4,18-19

Qué bonito es escuchar a Jesús, que viene a nuestra vida con un Mensaje de Salvación, con la Buena Noticia que muchos estamos necesitando,  yo le sentía claramente su voz que  con tanta alegría viene a decirnos que nuestro Padre Dios le ha enviado, que  no es indiferente al llanto de sus hijos, a los que están ciegos y van equivocados por la vida porque no le conocen, que Él ha escuchado el clamor de su pueblo, de los cautivos, de los tristes y desconsolados, de los oprimidos, de los desterrados, de los que están en las cárceles, de los enfermos, de los que tienen hambre de amor, hambre de justicia.
A veces pensamos que nuestra vida no le importa a nadie, pero a Dios no le pasa desapercibido nada de los que nos sucede, lo que nos hace sufrir Dios lo siente primero, así como un padre sufre cuando ve al hijo triste o enfermo con el corazón herido, mucho más sufre nuestro Padre Dios por nosotros, por eso envía a Jesús y por eso Jesús nos envía a nosotros.

Somos enviados para decirle a nuestros hermanos que el Señor esta cerca de los humildes, de los que lo reciben con fe, que El quiere darnos la plenitud, la felicidad que tanto buscamos,  la Vida abundante que nos ha prometido, no es suficiente creer en Dios, tener fe como quien posee algo,  El nos ha llamado para curar nuestras heridas, para hacernos libres y para hacernos sus  discípulos- misioneros enviados para que su Plan de salvación se realice en la vida de todos; somos relevos de Jesús, enviados con la misma misión, guiados con el mismo Espíritu que le guió a Él.
Somos la Buena noticia para los que sufren, se acabaron el llanto, el duelo, las penas, la esclavitud de vivir preocupados por el dinero,  la ropa, por las cosas materiales,  sufriendo porque no las tenemos, oprimidos por las deudas de las tarjetas de crédito, ¿cuántas cosas que compramos las necesitamos realmente?, sufrimos el stress que nosotros mismos generamos porque no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que nos enseña a vivir con trascendencia, para las cosas de Arriba  (Col 3,1).

Nuestro Padre Dios nos ha hecho para ser felices viviendo unidos a Él, por eso nos reclama, por eso nos llama a la oración, para estar a solas con Él, tal  como lo hacía Jesús, allí en ese diálogo profundo y amoroso con el Padre encontraba el camino por donde tenía que ir. “Porque yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la  voluntad del que me ha enviado” (Jn 6, 38), “Jesús buscaba siempre lugares solitarios donde orar” (Luc 5,16)

Recuerdo que pasé la mayor parte de mi vida sin saber  el propósito de mi vida, tenía una vida “normal” como todo el mundo, pero que iba a medias siempre faltaba algo, siempre se aparecía  el vacío, por eso cuando conocí la Comunidad Verbum Dei, y me hablaron de mi identidad verdadera y de mi misión en la vida, me hicieron descubrir la Verdad, el sentido de mi existencia; a través de la Palabra que es Luz encontré la Plenitud, descubrí que habitaba dentro de mí Alguien,  un Espíritu que quería guiarme, para cumplir mi destino, ser Palabra de Dios, continuar la misión de Jesús. No hay alegría más grande que dar la Vida de Dios a nuestros hermanos que sufren.
Por eso te pido Señor, no permitas que nunca me separe de ti y de la misión que me has encargado, que te escuche cada mañana, que me deje guiar por ti y no por mis sentimientos pensamientos, preocupaciones que generalmente lo que hacen es inquietarme y dirigirme por otros caminos.

Madre Santísima ruega por nosotros para que llenos de alegría, retomemos este llamado cada mañana y a cada momento, perseveremos en el Anuncio, que sea el centro de nuestras intenciones en todo lo que realicemos, que seamos dóciles al Espíritu Santo dejándonos guiar por Él.

Dios nos bendiga.
Nila






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