Lucas 4,18-19; Isaías 61, 1-2
“¡El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí! ¡Si,
Yavé me ha ungido! Me ha enviado con un
buen mensaje para los humildes, para
sanar los corazones heridos, para anunciar a los desterrados su liberación, y a
los presos su vuelta a la luz. Para
publicar el año de gracia de Yavé”, Isaías 61, 1-2
Esta mañana al
empezar a preparar las pautas le daba gracias al Señor por este amanecer,
gracias por la alegría de saberme su enviada, la certeza de que al despertar,
mi vida tenga un sentido tan claro, tan esencial, porque ese sentido va a
dirigir mis pasos, lo que piense, lo que diga, mis trabajo de este día, mis
actitudes, mis decisiones: Tengo una Misión, y es la misma misión de Jesús, su
mismo Ministerio, trabajar para la salvación de mis hermanos.
Por eso Señor, quiero
pedirte que envíes tu Santo Espíritu, para que en este rato de oración me
ensanche el corazón, para amar como Tú amas, para servir como lo haces Tú mi
Buen Jesús, quiero a vivir este día y cada día con esa misma fuerza que
recibiste en el desierto, en ese retiro de 40 días, a donde el Espíritu te fue
guiando, y saliste lleno de su Poder para anunciar:
“¡El Espíritu del Señor Yavé
está sobre mí! Él me ha ungido para
llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y
a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.
Lucas 4,18-19
Qué bonito es
escuchar a Jesús, que viene a nuestra vida con un Mensaje de Salvación, con la
Buena Noticia que muchos estamos necesitando, yo le sentía claramente su voz que con tanta alegría viene a decirnos que nuestro
Padre Dios le ha enviado, que no es
indiferente al llanto de sus hijos, a los que están ciegos y van equivocados
por la vida porque no le conocen, que Él ha escuchado el clamor de su pueblo,
de los cautivos, de los tristes y desconsolados, de los oprimidos, de los
desterrados, de los que están en las cárceles, de los enfermos, de los que
tienen hambre de amor, hambre de justicia.
A veces pensamos
que nuestra vida no le importa a nadie, pero a Dios no le pasa desapercibido
nada de los que nos sucede, lo que nos hace sufrir Dios lo siente primero, así
como un padre sufre cuando ve al hijo triste o enfermo con el corazón herido,
mucho más sufre nuestro Padre Dios por nosotros, por eso envía a Jesús y por
eso Jesús nos envía a nosotros.
Somos enviados
para decirle a nuestros hermanos que el Señor esta cerca de los humildes, de
los que lo reciben con fe, que El quiere darnos la plenitud, la felicidad que
tanto buscamos, la Vida abundante que
nos ha prometido, no es suficiente creer en Dios, tener fe como quien posee
algo, El nos ha llamado para curar
nuestras heridas, para hacernos libres y para hacernos sus discípulos- misioneros enviados para que su
Plan de salvación se realice en la vida de todos; somos relevos de Jesús,
enviados con la misma misión, guiados con el mismo Espíritu que le guió a Él.
Somos la Buena
noticia para los que sufren, se acabaron el llanto, el duelo, las penas, la
esclavitud de vivir preocupados por el dinero, la ropa, por las cosas materiales, sufriendo porque no las tenemos, oprimidos por
las deudas de las tarjetas de crédito, ¿cuántas cosas que compramos las
necesitamos realmente?, sufrimos el stress que nosotros mismos generamos porque
no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que nos enseña a vivir con
trascendencia, para las cosas de Arriba (Col
3,1).
Nuestro Padre Dios
nos ha hecho para ser felices viviendo unidos a Él, por eso nos reclama, por
eso nos llama a la oración, para estar a solas con Él, tal como lo hacía Jesús, allí en ese diálogo profundo y amoroso con el Padre encontraba el
camino por donde tenía que ir. “Porque
yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn
6, 38), “Jesús
buscaba siempre lugares solitarios donde orar” (Luc
5,16)
Recuerdo que pasé
la mayor parte de mi vida sin saber el
propósito de mi vida, tenía una vida “normal” como todo el mundo, pero que iba
a medias siempre faltaba algo, siempre se aparecía el vacío, por eso cuando conocí la Comunidad
Verbum Dei, y me hablaron de mi identidad verdadera y de mi misión en la vida, me
hicieron descubrir la Verdad, el sentido de mi existencia; a través de la
Palabra que es Luz encontré la Plenitud, descubrí que habitaba dentro de mí Alguien, un Espíritu que quería guiarme, para cumplir
mi destino, ser Palabra de Dios, continuar la misión de Jesús. No hay alegría más
grande que dar la Vida de Dios a nuestros hermanos que sufren.
Por eso te pido
Señor, no permitas que nunca me separe de ti y de la misión que me has
encargado, que te escuche cada mañana, que me deje guiar por ti y no por mis
sentimientos pensamientos, preocupaciones que generalmente lo que hacen es
inquietarme y dirigirme por otros caminos.
Madre Santísima ruega
por nosotros para que llenos de alegría, retomemos este llamado cada mañana y a
cada momento, perseveremos en el Anuncio, que sea el centro de nuestras intenciones
en todo lo que realicemos, que seamos dóciles al Espíritu Santo dejándonos
guiar por Él.
Dios nos bendiga.
Nila
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