jueves, 9 de octubre de 2014

Acogemos la misión que el Señor nos confía cuando asimilamos su Palabra.





Sara dijo a Abraham:   “Despide a esa esclava y a su hijo, pues el hijo de esa esclava no debe compartir la herencia con mi hijo, con Isaac.» Esto desagradó mucho a Abraham, por ser Ismael su hijo. Pero Dios le dijo: «No te preocupes por el muchacho ni por tu sirvienta. Haz todo lo que te pide Sara, porque de Isaac saldrá la descendencia que lleve tu nombre.  Pero también del hijo de la sierva yo haré una gran nación, por ser descendiente tuyo.»

Señor en esta mañana quiero darte gracias por la vida, por tu llamado a vivir la misión, ya que esto lo cambia todo, le da sentido a cada minuto de nuestra vida, porque ya no vivimos para nosotros sino para hacer tu voluntad que es llevar tu salvación: tu Palabra hasta los extremos de la tierra, es decir hasta donde tú nos envíes y con tu Gracia Señor sabemos que lo lograremos.
Iremos con la fe que tenia Abraham para hacer tu voluntad, que pese a no estar de acuerdo con Sara para despedir a Agar, sin embargo al escucharte «No te preocupes por el muchacho ni por tu sirvienta… también del hijo de la sierva yo haré una gran nación, por ser descendiente tuyo.» el  decide seguir confiando en tu promesa.

Abraham se levantó por la mañana muy temprano, tomó pan y un recipiente de cuero lleno de agua y se los dio a Agar. Le puso su hijo sobre el hombro y la despidió. Agar se marchó y anduvo errante por el desierto de Bersebá.  Cuando no quedó nada de agua en el recipiente de cuero, abandonó al niño bajo un matorral y fue a sentarse a la distancia de un tiro de arco, pues pensó: «Al menos no veré morir a mi hijo.» Como se alejara para sentarse, el niño se puso a llorar a gritos. Gen 21, 14-16

Encontraba que ese niño que Abraham  le pone sobre el hombro a Agar, es la misión que Dios nos da, y que a veces cuando nos encontramos en la aridez del desierto, cuando experimentamos que no tenemos nada que dar, la abandonamos y cerramos los oídos para no oír, cerramos la mente, y todo para no pensar, nos sentamos lejos,  “a un tiro de arco”, bien lejos, “ojos que no ven corazón que no siente”, para no ver la necesidad de los hermanos. “Allá ellos,  no quiero verlos morir, que se mueran solos”  y lo que es peor quizás,  es que a veces creemos que la misión es de nosotros, es mía y yo hago lo que quiero, si quiero la dejo. La Misión no es de nosotros, viene de un mandato de Dios. Es mi responsabilidad; Agar  ve a su hijo como suyo solamente y se olvida de que Dios tenía planes para Ismael. Dios tiene planes para nuestros hermanos y cuenta con nuestra vida para llevarla a cabo.

 “La encontró el Ángel de Yavé junto a una fuente de agua…y le dijo: «Agar, esclava de Saray, ¿de dónde vienes y a dónde vas?»  Ella contestó: «Estoy huyendo de Saray, mi señora.» Le replicó el Angel del Señor: «Regresa donde tu señora y ponte a sus órdenes con humildad.»El Angel de Yavé añadió: «Multiplicaré de tal manera tu descendencia, que no se podrá contar». Gen 16,13

Agar como nosotros tiene experiencia de un Dios que la ve “No hay duda que he visto a Aquel que me ve”. (Gen 16,13) Dios Ve, Dios mira nuestra vida, ¿a donde podríamos ir lejos de su mirada?, todas las situaciones que pasa la esclava Agar,  Dios la vive con ella. A Nosotros también nos pasan cosas, la vida es como “Sara”, nos lleva y nos trae, nos zarandea, pero Dios es más grande que todo, es “testigo de todos nuestros pasos” Salm 139,3  El quiere que vivamos todo con trascendencia, salir de nosotros mismos para dedicarnos a la misión que nos ha encomendado desde antes del vientre de nuestra madre. Por eso la importancia de orar, escuchar y ASIMILAR la Palabra,  allí nos hace confrontar nuestra vida con la Palabra,  discernir lo que tenemos que cambiar, salir de nuestras esclavitudes, de lo que consideramos que ya no podemos,  de lo que nos hace sentarnos en un matorral, de lo que nos hace sentirnos solos y abandonados en el mundo, de lo que nos hace ensimismarnos y deprimirnos, la Voz del Señor viene a abrirnos los ojos para ver que su Gracia es ese Pozo inagotable  que nos basta, (2Cor12,9) que El nunca quita su mirada amorosa de nosotros. La oración de diálogo  con la Palabra nos hace acogerlo, volver a optar por El.

“Dios oyó los gritos del niño, y el Ángel de Dios llamó desde el cielo a Agar y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar?
No temas, porque Dios ha oído la voz del niño desde el lugar donde él está.  Anda a buscar al niño, y tómalo de la mano, porque de él haré yo un gran pueblo.»  Entonces Dios le abrió los ojos y vio un pozo de agua. Llenó el recipiente de cuero y dio de beber al niño.  Dios asistió al niño, que creció y vivió en el desierto, llegando a ser un experto tirador de arco. “ 

Dios nos va a dar el Agua que necesitamos para recuperar fuerzas para acoger la misión, para continuarla, y llevarla a su término, solo hay que escuchar su voz y confiar, El lo va a hacer no somos nosotros, solo nos pide, abandonar nuestros criterios, antipatías, sentimientos negativos que nos alejan de los hermanos, que obstaculizan la misión, beber del Pozo del Amor, para mirarnos unos a otros como El nos ve, “toma de la mano la misión, al hermano porque de él haré yo un gran pueblo.»
“El que no ama no ha conocido a Dios”. La Misión es cuestión de Amor, es acoger a los hermanos, ayudarles a mirar las situaciones  que pasamos como caminos hacia un crecimiento espiritual, para estar más cerca de Dios. Agar no se daba cuenta que al arrojarla Sara de su campamento, le estaba dando la libertad para ella y para su hijo para empezar una nueva vida. Dios le abre los ojos para que se dé cuenta que ahora le tiene a Él, que nunca le va a abandonar que el Agua no le va a faltar más en su vida. “Yo estaré contigo todos los días hasta el fin de la historia” Mt 28,20

Que nuestra Madre María nos ayude a acoger la Palabra y asimilarla para vivir la misión como el Señor nos manda.

Dios nos bendiga.

nila








No hay comentarios.:

Publicar un comentario