domingo, 23 de noviembre de 2014

Desde una vida contemplativa-activa podemos ver lo que Jesús ve y acoger su misma misión. (Jer 15,16; Sal 126; Jer 17, 7-9)



Dios mío te doy gracias en este día que comienza a florecer, gracias por todo lo que haces y preparas para mí: El universo entero, el sol, la naturaleza,  todo lo tienes preparado para nosotros tus criaturas, ¡que Grande eres Señor! Al contemplarte cada mañana, me haces comprender cuanto me amas que has estado esperando que abra los ojos para ponernos a conversar, que dicha Señor,  que alegría encontrar tu Mirada llena de ternura esperándome en cada amanecer.

Gracias Señor porque cuando nosotros nos levantamos con los problemas, de frente a la preocupación que nos sobresalta, Tú sales a nuestro encuentro para decirnos: Empieza tu día desde nuestro encuentro, desde mi amor derramado en tu vida: el Espíritu de Vida y Amor,  deja que sea Él quien te enseñe, quien  dirija tus pasos, quien te indique el camino a seguir.

Te doy gracias también por haberme dado a conocer los secretos más grandes a través de tu Palabra, por ella he conocido Quién eres Tú, y quien soy yo para ti Señor, escuchar cada día tu Palabra es  una aventura sin igual, no hay día igual al otro, cada día me llevas a vivir mas unida a ti, tus Palabras me van transformando cada vez más en tu imagen y semejanza,  puedo ver  los efectos de  mi unión contigo reflejados en mi relación con mis hermanos, aun hay mucho que trabajar en mí, pero no me angustio porque sé que Tú todo lo puedes, en esos defectos dominantes que muchas veces me quieren agobiar,  Tú tienes poder, Tu Gracia me basta. Por eso:

Cuando me llegaban tus palabras, yo las devoraba. Tus palabras eran para mí gozo y alegría, porque entonces hacías descansar tu Nombre sobre mí, ¡oh, Yavé Sabaot!

El Señor me regalaba estos días la experiencia de acompañar una situación muy dolorosa;   de una persona que como no quería vivir atentó contra su vida, ella estaba sufriendo una profunda depresión, porque decía que hay desigualdad en el mundo, mucha miseria, que Dios nos hacía nada, que su vida no tenía sentido o razón de ser, no quería vivir en un mundo así,  además le deprimía la incoherencia de algunas personas que se decía creyentes, católicos, en fin con  “muchos motivos para no querer vivir”

Y al escuchar sus motivos le daba gracias a Dios por haberme formado en este Carisma la oración y el Ministerio de la Palabra, porque fruto de la contemplación de la Palabra cada día, de la formación en las Escuelas de la comunidad  podía darle respuesta a cada una de sus “razones” para no seguir viviendo y ayudarle a recuperar la esperanza.
Y al preguntarle al Señor  ¿tú que ves en esta persona? Jesús ve que esta persona en el fondo no quiere morir, sino como muchos, quiere vivir, pero una vida diferente, “nacer de nuevo pero desde arriba”. (Juan 3,7)
Nosotros también  desde la contemplación podemos ver lo que Jesús ve y acoger su misma misión, desde el encuentro con El, podemos ver el mundo con esperanza como lo ve Jesús, nosotros somos sus discípulos en quienes pone su confianza  para llegar a las personas que por ignorancia por no conocer al Verdadero Dios, Padre de todos nosotros quieren quitarse la vida que Él nos ha regalado.
 Pero para colaborar con Él como Jesús  necesitamos estar “como el árbol plantado a la orilla del agua, y que alarga sus raíces hacia la corriente”.

Así, permaneciendo en Él, lo veremos todo desde su mirada, desde sus sentimientos, porque El nos sitúa en la Verdad de nuestra vida, y nos envía a darla a conocer a todos….”Pues él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad 1 Tim 2,4

Esa es nuestra razón de existir, de haber nacido: Nuestra misión es ayudarle a salvar a las personas enseñarles la Verdad de su vida, ir a rescatarlas, ir a los que están como nosotros estábamos;  nosotros ya conocemos los síntomas podemos ayudarles desde nuestras experiencias pero ya comprendidas, perdonadas pasadas por el corazón misericordioso de Dios, nosotros somos los que llegamos llorando un día a la comunidad, (por lo menos yo), y ahora regresamos cantando, somos los cautivos que hoy cantan al Señor, volvemos como los riachuelos en tierras áridas a sembrar esperanza;  “en nuestra vida  grandes cosas ha hecho el Señor” (salmo 126) pero son para que nosotros, ahora,  aunque nos cueste sembrar, aunque sea difícil vivir la misión, encontremos la alegría de traer las gavillas para el Señor, los frutos son para El. Este es nuestro canto de alegría, ¡Grandes cosas ha hecho el Señor por nosotros por eso rebosamos de gozo!.”

Gracias Señor por hacer de mi vida una misión, mi sentido, mi razón de vivir. Gracias por tu Palabra de cada día que me devuelve las fuerzas para vivir para Tí,  mi Dios y Señor.

Gracias Virgen María, Madre Misionera que nos acompañas a traer a los hijos al Hogar.

Dios nos bendiga.

Nila




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