Evangelio según San Lucas 9,28-36.
Comentario del Evangelio.
“La Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración. La oración, de hecho, alcanza su culmen, y por ello se convierte en luz interior, cuando el espíritu del hombre adhiere al de Dios y sus voluntades se funden, como formando una sola cosa.
Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que le había mandado al mundo para salvar a la humanidad.
Junto a Jesús aparecieron Elías y Moisés, para mostrar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria.
En aquel momento, Jesús vio cómo ante sí se presentaba la Cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte.
Y, en su corazón, una vez más repitió su ‘amén’. Dijo ‘sí’, ‘heme aquí’, ‘que se cumpla, Padre, tu voluntad de amor’.
Y, como había sucedido tras el Bautismo en el Jordán, llegaron del Cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz, que proclamó al ‘Hijo querido’”
(Benedicto XVI, 08-03-09).
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